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Chalino cicatrices de oro

El arte de ver belleza en las cosas rotas. Esa es la filosofía de la que hoy nos habla Carlo H.

Por:Carolina Hernández

CIUDAD DE MÉXICO.- Hola qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast en el que escribo cosas que luego leo para celebrar las cicatrices propias y las ajenas. Hoy quiero hablarles de Chalino, este Chalino, pero también del kintsugi, esa filosofía japonesa que abraza lo roto y valora las cicatrices.

Primero Chalino. Este amoroso animal fue encontrado en diciembre tirado bajo un puente. Sin esperanzas. Solo y roto. Literalmente roto, tenía la cadera fracturada y el alma descocida. Y aquí es donde entra este asunto del kintsugi, que aunque específicamente es una técnica que se usa para reparar las fracturas de la cerámica con una resina mezclada con polvo de oro, la metáfora aplica para muchas otras cosas un poquito más emocionales. Y es que, este proceso muestra nuestras fragilidades e imperfecciones como algo que puede ser transformado en una cosa muy 'kermoza'.


Descarta la idea de ocultar las fallas, si no al contrario, justo se trata de hacerlas visibles y remarcarlas para evidenciar la fortaleza que requiere vernos rotos y aun así sabernos valiosos. Tratarnos como una taza de porcelana que se quebró y que reparada se ve aun mejor.

Cuenta la leyenda que el arte del kintsugi nació durante el siglo XV cuando al shogun japonés Ashikaga Yoshimasa se le rompió una de sus tazas de te favoritas y entonces la envió hacia China para que la repararan.

La cosa es que se la repararon como cuando en las gorditas doña Tota te ponen las de frijol todas por sin ningún lado, le pusieron ahÍ dos grapillas pedorras y le dijeron:  ya don, ahí está. Entonces este compa le dice a los artesanos de su país, ora buscan una forma chida de arreglar esto. 

Finalmente encontraron una solución linda y duradera. Comenzaron a pegar las piezas con un barniz espolvoreado de oro, así, las grietas doradas, aunque visibles, se transformaron justamente en la esencia estética de la tacita.

Hoy en día, incluso algunos objetos que han pasado por este proceso son más preciados que antes de romperse. La belleza de la imperfección, pues. Pero hay otra cosa en el kintsugi, que es el proceso de secado. La resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse, por eso la paciencia es fundamental para que todo funcione.

Entonces vuelvo a Chalino y sus cicatrices y su alma deshilachada. La paciencia ha sido clave para su proceso de transformación. Sus cicatrices lo hacen más hermoso aún, porque evidencian que a pesar del desamparo, la indiferencia y el dolor que ha vivido, mantiene la ternura en su mirada.

El brillo de ese oro está en él y en su esencia serena y gentil, porque todo aquello que ha sido dañado tiene una historia digna de ser narrada. Y la de Chalino se está escribiendo con letras doradas.

Porque cuando dejemos de existir, solo quedarán los recuerdos de lo que fuimos, de lo que hicimos y de lo que amamos. Larga vida a Chalino.

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