El cónclave político: la Iglesia sin Francisco
El vacío que deja Francisco no solo se siente en los altares, sino también en los salones donde se mueve el poder.
La muerte del Papa Francisco no solo marca el fin de un pontificado, sino el inicio de una disputa silenciosa, estratégica y profundamente humana.
El cónclave que se avecina no es uno más. No se trata solo de elegir a un nuevo líder espiritual, sino de decidir qué Iglesia quiere el mundo… y qué mundo quiere la Iglesia.
Francisco fue una figura incómoda para muchos. Desenmascaró la indiferencia global frente a la pobreza, denunció los excesos del capitalismo salvaje y priorizó a los marginados por encima de los privilegios. Su papado abrió grietas dentro del Vaticano que ahora se ensanchan. ¿Continuidad o retroceso?
En los pasillos del poder vaticano, entre sotanas y cámaras, se libra una batalla disfrazada de oración. Cardenales de África, Asia y América Latina representan la esperanza de una Iglesia abierta y global, mientras sectores conservadores europeos abogan por un retorno al dogma y a la rigidez doctrinal.
La diplomacia eclesial se mueve con sutileza, pero con objetivos tan terrenales como cualquier elección política.
Más allá de la curia romana, el cónclave refleja un dilema global: el choque entre instituciones que necesitan renovarse y estructuras que se resisten a soltar el control. Un espejo incómodo para las democracias actuales, donde también se decide entre inclusión o exclusión, entre apertura o cerrojo.
Desde La Voz de las Urnas, observamos este momento como lo que es: un parteaguas. Porque la pregunta ya no es solo quién será el próximo Papa… sino si la Iglesia logrará estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, o si volverá a refugiarse en las sombras del pasado.
¿Quién debería liderar la Iglesia en este momento crucial? ¿Un reformador que escuche los clamores del mundo, un guardián de la tradición… o alguien que represente una tercera vía aún desconocida?
Yo soy Martín González.
