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¿Maltrato animal en nombre del turismo? El caso de las calesas en Mérida

Los caballos que tiran de las calesas recorren casi 3 kilómetros en cada recorrido Foto: Manuel Servín Farfán
Por:Alexis Lara

Durante muchos años, las calesas tiradas por caballos en Mérida han sido parte del paisaje urbano y uno de los principales atractivos turísticos, tanto para visitantes nacionales como extranjeros que llegan a la capital yucateca.

Todo parece muy bonito y pintoresco durante los recorridos por el Centro Histórico o el Paseo de Montejo, hasta que la escena se torna angustiante al ver caballos desplomarse por el cansancio en plena calle.


La discusión sobre las condiciones en las que operan estos animales no es nueva. Detrás de la romantizada idea de que las calesas forman parte de la cultura e identidad de la ciudad, se esconde una realidad de maltrato animal.

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¿Cuál es el origen de las calesas en Mérida?

También conocidas como calandrias, estos carruajes de dos o cuatro ruedas, cuyo principal “motor” son los caballos, fueron utilizados durante muchos años por la aristocracia meridana para transportarse y pasear.

El uso del coche calesa comenzó a popularizarse en la península de Yucatán a finales del siglo XVIII. Entre 1875 y 1876, Juan de Dios López, un artesano campechano con taller en Mérida, diseñó un modelo inspirado en los carruajes europeos.


Años más tarde, Bartolomé Bermejo introdujo modificaciones que les dieron una forma más esbelta y elegante, con capacidad para cuatro personas, logrando así el diseño que perdura hasta hoy.

El recorrido turístico que ofrecen, de aproximadamente 45 minutos, parte de la Plaza Grande, pasa por parques como Santa Lucía y Santa Ana, continúa por el Paseo de Montejo y finaliza en el Monumento a la Patria.

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¿Cuál es el problema con las calesas en Mérida?

En los últimos años, la concientización sobre el bienestar animal ha ganado fuerza en Yucatán, impulsada inicialmente por las críticas hacia las corridas de toros y los torneos de lazo celebrados durante las fiestas patronales en diversos municipios.

Estas denuncias se han extendido a las calesas, ya que activistas y defensores de los derechos de los animales han puesto especial énfasis en señalar las precarias condiciones en las que se encuentran los caballos que tiran de estos carruajes.

Jornadas extensas, calor extremo, falta de acceso constante a agua y sombra, así como escasa supervisión veterinaria, son algunas de las preocupaciones más comunes.

Ya se han documentado numerosos casos de caballos que sufren caídas o lesiones durante los recorridos, hechos que se han visibilizado gracias a las redes sociales. Para muchos, esta práctica representa una forma de maltrato animal justificada en nombre del turismo.

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¿Qué pasó con las calesas eléctricas?

Mientras los caballos pasan horas bajo el sol soportando las altas temperaturas, las calesas eléctricas permanecen estacionadas bajo la sombra de un frondoso árbol sobre la calle 63, en las instalaciones del Ayuntamiento de Mérida.

Fue en julio de 2022 cuando el entonces alcalde, Renán Barrera Concha, presentó seis calesas eléctricas, cumpliendo una promesa de campaña que en un principio parecía representar una alternativa viable, pero que pronto se diluyó.


El fallido intento, disfrazado de buenas intenciones para mantener la experiencia turística sin comprometer el bienestar animal, tuvo un costo de 500 mil pesos por unidad, con una inversión total de tres millones de pesos.

Poco tiempo después de su puesta en marcha, comenzaron a presentar fallas. A casi tres años de su implementación, no han logrado reducir el uso de caballos en las calesas tradicionales ni mitigar su sufrimiento.

La administración municipal actual heredó el problema, pero al momento no se ha pronunciado ante las peticiones de los activistas ni ha presentado un plan claro para solucionar esta problemática, que pone en riesgo la integridad de los animales.

Ya al frente del Ayuntamiento de Mérida, Cecilia Patrón Laviada, creó la Unidad de Protección Animal, encargada de atender denuncias de maltrato y promover el bienestar animal en la ciudad. Sin embargo, en el caso específico de los caballos, poco o nada se ha hecho.

Aunque ocasionalmente se pueden ver algunas calesas eléctricas circulando por las calles del centro de Mérida, están muy lejos de representar una alternativa real, y mucho menos de ser una solución efectiva al maltrato animal.

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