La cotidianidad de la violencia y crisis del olvido
Los horrores del campo de exterminio encontrado en Teuchitlán, Jalisco podrían quedar en el olvido colectivo. Lo digo de forma tan cruda porque ya ha sucedido antes.

CIUDAD DE MÉXICO.- El viernes 7 de marzo, el colectivo “Guerreros Buscadores de Jalisco” informó que habían localizado un campo de exterminio del crimen organizado, presuntamente del Cártel Jalisco Nueva Generación. Dentro había cientos de pares de zapatos, 141 pantalones, 110 playeras, 44 blusas, 12 vestidos y 146 mochilas.
También hallaron otro tipo de pertenencias, como un dije con la fotografía de una joven, una carta de amor y despedida, y un altar a la Santa Muerte. Pero sin dudas lo que más estremeció a la sociedad fue que identificaron hornos crematorios, donde las víctimas eran incineradas y finalmente desaparecidas.
La existencia de este sitio no tomó por sorpresa a las autoridades. El sitio ya había sido cateado por elementos locales y por la Guardia Nacional. Lo aseguraron desde septiembre de 2024, durante un operativo en el que localizaron a dos víctimas con vida, detuvieron a 10 personas y hallaron el cuerpo de una más.
En un comunicado publicado el domingo 9 de marzo, la fiscalía estatal informó que ya habían realizado labores de búsqueda. Detallan que utilizaron “maquinaria pesada” y hasta perros entrenados. Aun así, no fueron capaces de dar con los crematorios.
El fiscal de Jalisco, Salvador González de los Santos, intentó justificar la ineptitud. Dijo que “no se pudo procesar todo el rancho porque son bastantes hectáreas”. Esto es falso, el campo medía una hectárea. La realidad es que lo que no lograron las autoridades con todo el equipo necesario, lo consiguieron las madres y padres buscadores en horas con unas cuantas palas. Fue hasta que el colectivo dio a conocer sus hallazgos que las autoridades intervinieron.
De forma tardía crearon un catálogo de las prendas encontradas. Sirve como un testimonio del horror, pero también como una herramienta crucial para las familias que todavía buscan a un ser querido.
Después de que el caso del rancho Izaguirre ganó tracción en la prensa nacional e internacional, el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, se pronunció al respecto públicamente. En la conferencia de prensa presidencial del 11 de marzo soltó una fuerte acusación: “No es creíble que una situación de esta naturaleza no hubiera sido conocida por las autoridades locales, de ese municipio y del estado”.
En otras palabras, el fiscal sentenció que el alcalde y hasta el exgobernador, Enrique Alfaro, y el actual, Pablo Lemus (ambos de Movimiento Ciudadano) sabían lo que estaba ocurriendo ahí. Según Indira Navarro, vocera del colectivo, el exgobernador precisamente quiso ocultar la crisis de desaparición en el estado. Esto cuando Jalisco es la entidad con más casos de desaparición en México. Según datos oficiales, hasta febrero de 2025 había 15 mil 426 personas desaparecidas.
El alcalde de Teuchitlán, José Ascensión Murguía Santiago, intentó lavarse las manos. Insistió que “no tenía conocimiento de lo que ocurría ahí”. Esto a pesar de los testimonios de habitantes de la zona que aseguraron detectar movimiento extraño. ¿La policía en serio no fue capaz de identificarlo?
A pesar de la clara ineptitud de las autoridades y los estremecedores testimonios e imágenes, el rancho Izaguirre podría terminar en el olvido colectivo como muchas otras tragedias en México. Lo enfatizo porque, como dije al principio de la columna, esto ya ha ocurrido antes. Desde 2017, el periodista Miguel Ángel León Carmona expuso que el gobierno de Veracruz ocultó otro campo de exterminio del crimen organizado.
Presentó su investigación en un texto titulado “El campo de exterminio que gobierno de Veracruz ocultó”, publicado en La Silla Rota. Por ese trabajo ganó el Premio Nacional de Periodismo, y estoy segura de que gran parte de la población (incluyéndome) no nos acordábamos.
El hallazgo de fosas clandestinas y sitios de exterminio es más común de lo que nos gustaría aceptar. Solo en Jalisco, datos de la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas revelan que de diciembre de 2018 a febrero de 2025 han encontrado 186 fosas con más de mil cuerpos. Teuchitlán no es un caso aislado.
Esta semana, el lunes 10 de marzo, el colectivo “Amor por los Desaparecidos de Tamaulipas” informó que dieron con otro campo de exterminio en Reynosa, entre las colonias Colina del Real y Quinta San Martín. Hallaron 14 montículos con restos óseos calcinados, además de equipo táctico y tambos y paredes con impactos de bala. Según Edith González Treviño, lideresa del colectivo, es normal que cada semana localicen un sitio así.
Jorge Cuéllar Montoya, secretario ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública, negó el reporte. Dijo que las familias buscadoras estaban siendo “sensacionalistas” y los acusó de “magnificar la información” y “criticar injustamente al gobierno” encabezado por el morenista Américo Villarreal.
La versión de Cuéllar es que ese no era un campo de exterminio, sino una funeraria en construcción. De ser así, ¿cómo explicar los restos humanos y los evidentes signos de violencia? La justificación del secretario de Seguridad es que como ahí (a diferencia de Teuchitlán) no había hornos crematorios, los papás y mamás buscadores no debían llamar el lugar “un sitio de exterminio”.
José Andrés Mendoza Ñeco, vocero del colectivo que hizo este hallazgo, salió a desmentir la versión oficial. Explicó que las familias buscadoras nunca aseguraron que hubiera crematorios. Aun así, la evidencia encontrada es suficiente para determinar que sí fue un terreno utilizado para desaparecer personas.
De forma más clara: es un sitio de exterminio, aunque al gobierno no le convenga aceptarlo. Colectivos de búsqueda integrados por familiares de personas desaparecidas trabajan rutinariamente en todo el país, encontrando zonas con características similares. Teuchitlán debe sacudirnos, pero también ayudarnos a entender que este es un modus operandi presente en diversas entidades del país.
Es necesario que tengamos otra cosa clara. Estos lugares no solo operan como sitios de exterminio, sino de entrenamiento. Jóvenes llegan incluso de otros estados a base de engaños con ofertas de trabajo falsas que encuentran en redes sociales. Madres de víctimas han dicho que sus hijxs desaparecieron después de viajar para conseguir empleos como pintores, cocineros, guardias de seguridad, vigilantes, choferes y traductores de inglés.
Este martes 11, Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana, confirmó tal esquema de secuestro y reclutamiento. Aseguró que es “constante la identificación de cuentas de reclutamiento” que “constantemente se están dando de baja”.
Es fácil pensar que la gente que terminó ahí “andaba por malos rumbos”. Es más sencillo convencernos de que las personas que acaba dentro de estos grupos era malvada y que tomaron activamente esa decisión, pero no es así, aunque sea más doloroso aceptarlo.
Estos campos de exterminio no son humanos, pero considero que sí son normales, refiriéndome a que son parte de la normalidad mexicana donde cada vez se recrudece más la violencia. Porque mientras nos presumen que bajan los homicidios, suben las desapariciones. No me parece coincidencia.