Camino al Mictlán
Carolina Hernández aborda el tema del Día de Muertos con Camino al Mictlán, donde según la leyenda, las ánimas tenían que cruzar un río y para hacerlo era necesaria la ayuda de un perro.
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¿Hola que tal? Yo soy Carolina Hernández, dientes en esdrújulas y esta es la toma tres porque estaba llorando un poquito porque hoy quiero hablarles del Mictlán. Sí, me cuesta trabajo decirlo y me cuesta más trabajo leerlo, pero ahí va. Cuenta la leyenda que para llegar a mi clan, el Reino de los muertos, las ánimas tenían que cruzar un río y para hacerlo era necesaria la ayuda de un perro.
Por eso, en los entierros prehispánicos se acostumbraba a sepultar a los muertos en compañía de su perro para que este los ayudara en su viaje. Pero algunos perros se nos adelantan, generosos, como lo hacen para prepararnos todo y hacer nuestro camino más sencillo. Eso no lo dice la leyenda, eso estoy segura yo, por eso mi altar a ellos es perpetuo.
Porfirio y sus patas de oso y su corazón de pollo. Porque lo quiero tanto como el primer día que llegó a la casa con su ojo roto y su alma intacta. Lo quiero tanto como cuando se me fue de las manos, dejándome el alma rota y el amor intacto, amorfo, que duerme siempre en mi corazón. A Bosco, ese que me enseñó la lealtad y la necedad de ser feliz.
Ese que ahora es un cactus en una maceta de madera. Porque él siempre fue un cactus y abrazable, con espinas, pero también con flores. Tengo mi gordo del amor que resistió al abandono sin mermar su capacidad de amar, que nos enseñó la resiliencia y la bondad sin medida. A ellos, mi altar perpetuo, para que siempre sepan donde estoy.
Porque yo soy su hogar, porque donde yo esté siempre tendrán un espacio para que me acompañe su luz, para que me llenen de su generosidad, para que me ayuden a ayudar a otros como ellos y para que al final del camino podamos volver a encontrarnos a ellos. Una vela encendida hoy, pero siempre una flama que representa la esperanza de que todo está bien.
Una luz titilante que les sirva de guía para mostrarles el camino a los antiguos lugares que algún día recorrieron. Una vela que alumbre su viaje a con nosotros, su manada, que tanto les quiere y tanto les extraña, pero también que ilumina el trayecto de regreso al hogar en donde ahora habitan. Una vela para ellos, pero también para todos esos animales que nos han acompañado, que les han acompañado a cruzar ese río de la vida y que nos han mostrado que todo con pelitos es mejor.