Caty triste
Hola qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast / agricultura circular / favorito, y en este ocasión quiero contarte que me desperté encontré a Caty triste.
SAN PEDRO GARZA GARCÍA, Nuevo León.- Hola, ¿qué tal?, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast / agricultura circular / favorito, y en esta ocasión quiero contarte que hoy que me desperté encontré a Caty triste. Muy decaída.
Me sorprendió porque justo ayer habíamos hecho planes para el futuro. Hablamos primero de una maceta y luego, el jardín. Cerca de Cato, su hermano que ya salió del agua, y, por supuesto, cerca de Jacobo, ese árbol bobo que ha aprendido a sortear todas las dificultades con admirable fortaleza.
Hablamos de eso ayer y hoy amaneció churida.
No supe qué pasó.
Por cierto, sí, Cati es un árbol de aguacate que apenas está creciendo en un frasquito con agua.
Entonces fui a buscar explicaciones en donde nos dijeron que siempre hay: Google voy a tener suerte.
Ahí me enteré de que, evolutivamente, los aguacates son fantasmas. Que no deberían existir en este plano terrenal. Que cuando los terminamos de cazar a los mamuts (los hombres y las mujeres Rodrigo) y los extinguimos, el aguacate debió extinguirse también porque sin los mamuts, no quedó ningún animal que aguantara tragar la enorme semilla del aguacate… y entonces, tampoco había quien la “destragara”. Ya tú sabes.
Así que sin eso, todo estaba dispuesto a que ese árbol desapareciera.
Al super bowl no le gusta esto.
Resulta entonces que la existencia del aguacate en sí misma es improbable. Pero en una de esas excepciones de la vida, este árbol fue salvado por quienes acaban con todo: los humanos.
Las primeras evidencias de su consumo se remontan a 10 mil A.C. en México, concretamente en Tehuacán.
Se supone que los primeros pobladores de estas tierras que dice Colón que él describrió y Cortés que él conqustó (cositos, los primeros Rodris de la historia), pero bueno, resulta que al llegar gente a estas tierras aún había unos pocos aguacates, los probaron y dijeron: no, mi ciela. No te vas.
Y sí, la palabra aguacate proviene del náhuatl “ahuacatl”, que significa “testículo”.
Digo no hay que ser un genio para entender la referencia de esas frutas colgando del árbol.
El aguacate convivió de cerca con las culturas prehispánicas.
El decimocuarto mes del calendario maya se representaba con un avocado como glifo y también aparecía en pinturas y tumbas de los aztecas.
Otra cosa curiosa es que para la correcta polinización, estos árboles necesitan crecer por parejas, es decir, junto con otro árbol, (que… ahí les va, es macho y hembra a la vez).
Cuentan que por eso los aztecas consideraban la fruta como símbolo del amor y la fertilidad.
Y también cuentan que todo eso se acabó cuando los Millenials empezaron a copiar a la Gwyneth Paltrow y avocado toast y esta madre se hizo tan popular que aún hoy puedes comprar un pan con aguacate embarrado a 230 pesos en la Condechi.
Incluso hay una anécdota de Tim Gurner, un millonario empresario inmobiliario, que fue prácticamente dijo que el avocado toast es la razón por la cual los milennials no pueden comprarse casa propia.
Y es que en un episodio del programa de noticias 60 Minutes este broder dijo que cuando él intentaba comprar su primera casa, no andaba por ahí comiendo aguacate hecho puré por 19 dólares.
Así pues, el aguacate no debería de estar aquí, pero está.
Como las campañas presidenciales adelantadas.
Pero otra cosa que encontré sobre el aguacate es que existe una enfermedad que se llama tristeza del aguacate. Que estrictamente no es lo que tiene Cati, porque según entendí se da solamente en árboles ya maduros.
Pero definitivamente la tiene porque las hojas miran al piso y no al sol como lo hacían apenas ayer. No sé si piense lo mismo que sus ancestros y crea que no debería de estar aquí, pero está.
Si alguien sabe otra razón menos dramática y más científica, por favor ayuda.
