Crónica de la indiferencia en el metro capitalino
Indiferencia, una falta de consideración hacia los demás

CIUDAD DE MÉXICO.- Escribí este texto cuando regresaba hacia mi casa ubicada en el municipio de Ecatepec, en la zona metropolitana de la Ciudad de México.
El trayecto es largo desde mi centro de trabajo al sur de la ciudad por lo que atravieso de polo a polo 2 líneas de metro. El primer tramo de Metro Universidad hasta a Guerrero donde transbordo para tomar la línea B.
Después de unos minutos de espera llegó el convoy al andén lleno de gente, lo primero que noté al subir fue a un hombre de unos 50 años “despatarrado” y con el cuerpo recargado en la puerta opuesta, estaba alcoholizado, una imagen común en las instalaciones del sistema de transporte.
Junto a él viajaba una pareja, el joven, de unos 30 años llevaba en brazos a un pequeño que no superaba los 2 años.
Los asientos estaban ocupados por personas que regresaban cansadas del trabajo hacia su hogar, grupos de amigos platicando, incluso uno que otro par de novios.
Era evidente que el chavo que cargaba al niño sufría por el peso ya que constantemente cambiaba de brazo al niño para aliviar un poco el cansancio por el esfuerzo.
Al llegar a Oceanía, última estación donde la puerta del metro abre del lado derecho, pensé “el señor que está en el piso le vale madre a todo mundo” entonces decidí hablarle para pedirle que se levantara porque estaba expuesto a qué al abrir la puerta en la siguiente estación se fuera para atrás o que los pasajeros del metro lo pisaran sin ningún miramiento.
El señor tardó en reaccionar pero finalmente aceptó mi ayuda y tomo la mano que le ofrecí para que se apoyara. Debido a que estaba ebrio le costó incorporarse, por lo que justamente el joven con el niño en brazos fue el que me ayudó a levantarlo.
Le dije que se tomara fuerte de los tubos para que no se cayera y cuando logró sostenerse chocó el puño conmigo.
Este episodio me hizo pensar en lo poco empáticos que podemos ser con otros ya que la gente alrededor poco hizo por ayudar tanto al padre con su pequeño como al sujeto en estado de ebriedad. Esta indiferencia también supone el riesgo de un accidente uno que puede evitarse con solo ofrecer la mano o ceder el lugar.