Madres trabajadoras en México: entre el amor, el cansancio y la falta de políticas públicas
Más de 10 millones de hogares en México son encabezados por mujeres, arrastrando una deuda histórica con quienes trabajan, crían y sostienen a sus familias solas, al dobles y triples jornadas

La jornada de Rocío comienza diariamente a las 4:30 de la mañana, incluidos casi todos los fines de semana. No puede comenzar antes porque aprovecha cada minuto de sueño; y no puede comenzar después, o el resto del día simplemente se saldrá de control.
Una hora después, tras despertar, dar de desayunar y preparar para la escuela a su hija de 6 años, inicia el recorrido de unos 10 kilómetros a casa de su exsuegra.
Afortunadamente, el mayor de sus hijos, de 22 años, ya se atiende solo pero aún así le prepara el desayuno. Hoy sólo fueron seis huevos y casi un litro de leche con chocolate sólo para el joven universitario. Luego de caminar por casi una hora la pequeña se encuentra en casa de su abuela, quien la llevará a la escuela primaria en punto de las 8 horas.
Entre el trabajo, la maternidad y la esperanza
La separación con su esposo no perjudicó la relación con su exsuegra, quien la sigue apoyando con la hija que no logró salvar las diferencias en el matrimonio. Rocío se siente tranquila y, con un poco más de calma, toma el transporte público que la llevará al hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social donde trabaja.

Ahí permanecerá prácticamente todo el día, hasta que su hijo mayor pase por la pequeña a casa de su exsuegra, y luego por ella al hospital, para llegar juntos al conjunto de viviendas de interés social que fue construido sobre un cerro junto al Periférico de Puebla.
Para entonces serán entre 8 y 9 de la noche. A preparar la cena, bañarse y a dormir, pues al día siguiente la rutina será implacable, más si aumenta el tráfico, o si algún ocurrente cerró alguna avenida, sólo porque alguien le contestó feo.
En fines de semana, Rocío tiene un segundo trabajo en una clínica privada donde atiende a otro tipo de pacientes. A veces, éstos solicitan cuidados a domicilio y así ya son otros dos ingresos extras; uno es seguro, el otro no tanto, pero cómo ayuda.
Ella se tituló como licenciada en Enfermería. Eso le permitió subir su categoría en el IMSS y tener un poco más de estabilidad laboral. Busca hacer la maestría en Administración de Instituciones de Salud, o bien en enfermería, pues escuchó que en Québec y en Alemania es muy solicitada su profesión y se paga bien.

Sin embargo, aún duda sobre migrar. Es mejor sueldo, pero en Puebla está su red de apoyo: su suegra, su mamá, algunas amigas. Quizás no se acostumbraría a otro tipo de comida que no lleve picante ni salsas. Menos a otro idioma y costumbres ajenas.
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Historias que se repiten
Historias como la de Rocío se repiten por millones en México: de acuerdo con datos tanto de Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), como del Consejo Nacional del Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en nuestro país hay más de 10.3 millones de hogares que tienen una jefatura femenina.
De ese total, 33.5% se encuentran en situación de pobreza (3 millones 450 mil 500 hogares), y en promedio dedican 39 horas de trabajo no remunerado en el hogar. De cada 10 mujeres jefas de hogar, al menos 6 padecen algún grado de depresión o ansiedad.
Cada vez son más las mujeres que tienen que hacerse cargo de familias enteras, y de la tradicional triple jornada como rol asignado por el sistema (hija, madre, esposa), ahora se enfrentan a jornadas cuádruples o quíntuples, pues se tienen que hacer cargo de sus dobles o triples empleos además de las labores domésticas, los hijos, adultos mayores y parejas no formales.

De acuerdo con el Coneval, los estados con mayores porcentajes de mujeres jefas de familia en situación de pobreza son: Chiapas, con 48.5%; Guerrero, 46.2%; Oaxaca, con 44.8%; Veracruz, 42.1% y Puebla, con 40.7%.
Por el lado contrario, la menor situación de pobreza se encuentra en: Nuevo León, con 18.3%; Baja California Sur, con 20.1%;vCoahuila, con 21.5%; Ciudad de México, con 22.4% y Sonora, con 23%.
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Brecha salarial y más carga de trabajo
De acuerdo con el IMCO, las mujeres jefas de familia no solo ganan menos en puestos laborales formales, aparte tienen más carga de trabajo, tanto en sus empleos como en sus hogares.
Eso implicaría que, por principio, las empresas evitan contratar mujeres bajo el argumento de que “faltarán más” al empleo, o solicitarán permisos de ausencia, por cuestiones familiares especialmente por los hijos.
En ese sentido, las mujeres que sí son contratadas tienen menos probabilidades de ascender a puestos directivos ya que sólo 3 de cada 10 puestos de mando son ocupados por mujeres.

Los datos de este organismo indican que en el país no hay políticas de flexibilidad laboral: tan sólo 12% de las empresas en el país ofrecen horarios flexibles o trabajo desde el hogar para las madres trabajadoras. Y más aún: las guarderías subsidiadas no existen para las madres que son trabajadoras informales.
Además, la sobrecarga de trabajo que implica también hacerse cargo de las tareas domésticas limita su capacidad para buscar otro empleo, o bien para capacitarse continuamente.
Las labores en el hogar implican una carga de 15 horas adicionales de trabajo a la semana más que las 40 horas semanales promedio de los hombres, esto porque de acuerdo con los datos del IMCO, 85% de las mujeres trabajadoras del país hacen las labores del hogar sin el apoyo de la pareja o del resto de familiares.
De acuerdo con estadística del INEGI, en México los hombres apenas sobrepasan las 10 horas de trabajo en el hogar, mientras que las mujeres promedian 39 horas semanales de tareas domésticas.
La doble desventaja de las mujeres jefas de familia, por mayor carga de trabajo sin pago y menor salario en centros de trabajo, refleja que las políticas públicas de las mujeres en el país no están enfocadas a la solución de estos problemas estructurales.
Estas políticas públicas están lejos de alinear a las políticas empresariales que estén enfocadas a la redistribución del trabajo doméstico, eliminen la discriminación laboral de género y ofrezcan empleos dignos.
En ese sentido, la combinación de estos factores se presta para la incubación de más millones de hogares sumergidos en la pobreza.
Si una mujer jefa de familia en un empleo formal en el mostrador de una tienda gana $6200 pesos mensuales, por ejemplo, necesitaría trabajar 4 meses adicionales para ganar lo mismo que su par hombre en el mismo puesto de trabajo. Y ejemplos como estos ocurren diariamente en el país, en todos los niveles y sectores sociales.
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