Sonido de libertad: ¿propaganda o denuncia?... la opinión de Sofía Otero
La película Sonido de libertad (originalmente Sound of Freedom) se ha convertido en un tema controversial
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CIUDAD DE MÉXICO.- La película Sonido de libertad (originalmente Sound of Freedom) se ha convertido en un tema controversial. Ha sido señalada como un producto propagandístico y conspiratorio pero, ¿realmente es tan mala?
La película es sobre el caso real de Tim Ballard, un estadounidense que decide viajar al extranjero para salvar a menores víctimas de trata y explotación sexual. La controversia explotó por las figuras conservadoras que promovieron la cinta, como el expresidente Donald Trump, que incluso tuvo una proyección en su club privado en Nueva Jersey.
Rápidamente algo evidente y lógico cómo lo es la protección de menores, se politizó. Si la película era promovida por conservadores, debía ser mala. Es necesaria una crítica más compleja.
Ante la aparente necesidad de demeritar Sonido de libertad, surgieron reportes que uno de los productores había sido detenido por el secuestro de un menor. Se trataba de Fabian Marta de 51 años. La cuestión es que Marta no estuvo involucrado en la realización de la cinta. En realidad, sólo era una de 6,678 personas que donaron un promedio de 501 dólares (algo así como 8,550 pesos) para que Sonido de libertad, al ser una película independiente, pudiera convertirse en una realidad.
Es innecesario tratar de desprestigiar la película, ligándola con Marta, cuando sí hay hombres que estuvieron profundamente involucrados en su creación, que son cuestionables. Mel Gibson, su productor ejecutivo es profundamente antisemita e incluso ha dicho que la mayor parte del holocausto fue ficción.
Además, el protagonista, Jim Caviezel, ha sido ligado con el movimiento conspiratorio QAnon. Este promueve la creencia que las élites están detrás del tráfico de bebés y niñxs para comerciar sus órganos. En corto, es un guiño o un twist moderno al libelo de sangre. Caviezel participó en la convención For God & Country: Patriot Double Down en Las Vegas, en donde asistieron seguidores del conservadurismo radical y de Q.
En el evento, el actor dio un discurso refiriéndose a La tormenta (The Storm), la forma en que personas dentro de este grupo conspiratorio se refieren a su creencia que como presidente, Trump expondrá una red de pedófilos y traficantes.
Por otro lado está Eduardo Verastegui, uno de los productores principales. Para entender lo derechista que es este sujeto basta saber que ha criticado al Partido Acción Nacional por ser de izquierda. Es profundamente antiderechos, y está encontra del aborto y de la existencia de las personas LGBT+.
Sonido de libertad es un proyecto que Verastegui financió con miras a posicionarse como un candidato presidencial viable para aquellxs semejantes que ya no se identifican dentro del PAN. La película no tiene la intención de informar sobre este real y grave problema. En su lugar, crea una glorificación de cómo se ve la trata. La mayoría de lxs menores que terminan en estos ciclos de explotación no tienen la edad de lxs hermanxs protagonistas. Un reporte de la organización Counter-Trafficking Data Collaborative afirma que el 67% tienen entre 15 y 17 años.
Además, no sólo son secuestradxs de un momento a otro. En demasiadas ocasiones los perpetradores son familiares, y/o personas cercanas. La película también omite cómo tantxs niñxs son explotadxs laboralmente en el día, y sexualmente por las noches. De crear conciencia sobre dicha situación la población podría dejar de contribuir económicamente a los traficantes, pero esto no sucede.
Sonido de libertad está muy lejos de ser un material de difusión de información. Es un producto sensacionalista que incluso inventa cifras. Previo a los creditos afirma (sin citar una fuente) que millones de niños actualmente viven en esclavitud. Según datos oficiales de las Naciones Unidas, hay alrededor de 2.4 millones de víctimas a nivel mundial. De acuerdo a información de Save the Children, el 27% son menores. Sonido de libertad difunde información falsa u oculta nuevos hallazgos, lo que expone su desinterés con la verdad.
Cuando aparecen los créditos, un letrero al costado de la pantalla le avisa a la audiencia que en dos minutos escucharán un mensaje especial. Verastegui aparece a cuadro y dice:
“Se estarán preguntando (...) ¿qué podemos hacer? Seguramente muchas cosas, por ejemplo, puedes ser parte de este movimiento y asegurarse que Sonido de libertad permanezca mucho tiempo en cines creando consciencia sobre la importancia de erradicar este mal (...) Pueden hacer que muchos más vayan al cine y salgan inspirados queriendo convertirse en embajadores de la libertad. La forma de erradicar este mal es vivir en esperanza, sabiendo que podemos marcar la diferencia si todos y cada uno de nosotros ponemos toda nuestra fuerza…”.
Podrán ser palabras bonitas, pero no son soluciones. A sabiendas de la plataforma, y del impacto mediático que tiene, un hombre que aspira a la presidencia decidió desaprovechar sus recursos para decir que la solución a la trata infantil es la “esperanza”. Es un cinismo desmesurado. En vez de promover legislación, o donar sus ganancias, Verastegui afirma que la respuesta es ver su película.
Es cierto que da un link para obtener boletos gratis, lo que parecería romper con la narrativa que solo produjo Sonido de libertad por dinero. Es sencillo entender su lógica. La película le sirve como una herramienta de promoción personal para colocarse en la mente de lxs votantes. Verastegui no es competencia estas elecciones, pero, ¿para 2030?
La película tiene un guion repleto de momentos incómodos, no por la severidad de los temas, sino por las líneas predecibles y clichés. Por ello como producto final es mediocre, pero como material propagandístico es rescatable. Promueve la idea de que la intervención militar estadounidense es necesaria en Latinoamérica. La historia ya nos ha probado cómo acaba eso.