El derecho a la ciudad
Transitar en una ciudad violenta no debería ser un acto heroico, pero hay lugares en donde lo es.
CIUDAD DE MÉXICO.-Hola qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas tu micro mini podcast en el que escribo cosas que luego leo, por un acto de pura resistencia.
Hablemos de existir y resistir. Por que ese tema. Porque estoy en mi Culiacán del amor, una ciudad golpeada por la violencia en donde solo existir ya es resistir.
Caminar la ciudad se vuelve un acto de rebeldía que se hace con prudencia.
Porque no es que se ignore lo que está pasando, es solo que hay luchas que tienen que ver solo con salir a la calle. Abrazar nuestro territorio, por apaleado que esté. Conocer y apreciar el espacio que habitamos. Reconocer a quienes lo habitamos.
Transitar en una ciudad violenta no debería ser un acto heroico, pero hay lugares en donde lo es.
En este espacio, solo estar ya es subversivo. Es desestabilizador. Y no significa que vayamos por ahí como si aquí no pasara nada. Al contrario, hay que ir por ahí como si aquí pasara todo.
Estar alertas, pero también reconocer los espacios como propios. No permitir que nos arrebaten la posibilidad de salir, de existir, de convivir. Recuperar el sentido de comunidad, recuperar los vínculos políticos, porque recuerden que todo lo que hacemos es político.
Las estrategias de resistencia también son autodefensas. Son escudos de me protejo me protejo.
Las calles de la ciudad son ese símbolo físico en el que se encuentra y reconoce la colectividad. Les llaman coreografías sociales, porque representan un acto de transformación y apropiación. Y esa es la verdadera transformación, la primera y la única que necesitamos. La transformación de la vida cotidiana.
Henri Lefebvre fue un filósofo y sociólogo urbano que escribió sobre el derecho a la ciudad. Él decía que la ciudad no es un mero espacio físico, sino un entramado de relaciones sociales. Resistir en la ciudad es apropiarse de ella, transformar sus esquinas en lugares de encuentro y sus muros en manifiestos. Si la ciudad es un bien común, su acceso sin miedo es un derecho irrenunciable.
Por eso, habitar esta ciudad es un acto de lucha. Ocupar los espacios es una forma de reclamar la vida en común y romper la lógica del aislamiento y el miedo. Sí, estoy en Culiacán y siento la necesidad de habitar ese espacio público que nos violenta. Recorrer las calles no solo decidida, también enojada, también con miedo, pero convencida de que ocuparlas es politizarlas.
Salir y tomar los espacios, habitarlos, apropiarnos de ellos. Acompañarnos del miedo para retomar lo que es nuestro.
Hacernos presentes. No ceder la ciudad porque esa es una nueva forma de lucha.