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Hugo Ontiveros
La esfera política
Por: Hugo Ontiveros

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Trump y sus guerras sin balas

Vivimos tiempos en los que la guerra ya no siempre suena a explosiones ni huele a pólvora.

Vivimos tiempos en los que la guerra ya no siempre suena a explosiones ni huele a pólvora. Hoy, el campo de batalla es otro: la palabra. Y su arma más letal, paradójicamente, no destruye ciudades… pero sí instituciones.

Donald Trump lo ha entendido como pocos. Está librando una guerra sin disparar una sola bala, pero con impactos que pueden sentirse en cada rincón del planeta. Hasta en donde viven puros pingüinos.

La democracia moderna atraviesa una etapa curiosa: muchos de sus enemigos llegan por la puerta principal, saludando con una sonrisa, jurando respetarla… y una vez adentro, comienzan a desmantelarla.

No hay tanques en las calles, pero sí discursos llenos de promesas huecas y verdades a medias. No hay golpes de Estado, pero sí golpes de palabra.

Trump, como otros líderes de esta nueva era del populismo —y sin afán de comparar, pero sí de evidenciar paralelismos— entiende que hoy se puede conquistar el poder y mantenerlo sin balas, pero con micrófonos.

Andrés Manuel López Obrador hizo lo propio en México: con la mañanera como trinchera, marcó la agenda, dictó el ritmo del debate público y convirtió la narrativa en escudo y espada.

El presindete de Estados Unidos no necesita salir de la Casa Blanca para mover los hilos. Con una declaración puede sacudir mercados, con un tuit puede condicionar tratados, con un mitin puede reconfigurar el ánimo de millones.

Sus aranceles son misiles silenciosos. Sus discursos, trincheras. Su estrategia: gobernar con la lengua y dominar con la agenda.

Lo extraordinario —y lo preocupante— es que este tipo de liderazgo no solo se reproduce, se exporta. Se adapta, como un virus político que se disfraza de democracia, pero erosiona poco a poco sus bases. Y en muchos casos, sin romper ni una sola regla, pero aprovechándose de todas.

Como consultor político no puedo dejar de subrayar la relevancia que ha cobrado la comunicación en este tipo de liderazgos. Ya no basta con saber gobernar: hoy hay que saber narrarse. El poder no solo se ejerce desde el escritorio, sino desde la palabra.

Afortunadamente, por ahora no hay misiles cruzando cielos. Pero las guerras modernas se dan en otros frentes: el comercial, el simbólico, el narrativo. Y esas, si no se entienden, pueden ser igual de destructivas.

El reto es claro: defender la democracia ya no solo con leyes y votos, sino con pensamiento crítico y capacidad de distinguir entre la voz que construye y la que, con tono seductor, va desmantelando todo a su paso.


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