México y EEUU en riesgo de crisis diplomática por tratado del agua, Tamaulipas en medio
El histórico Tratado de 1944 enfrenta su momento más crítico en medio de sequías, presiones políticas y una frontera que depende vitalmente del río Bravo para sobrevivir.
La amenaza de Donald Trump de imponer aranceles por incumplimiento mexicano agrava la tensión en una relación bilateral ya delicada.
¿Qué ocurre con el Tratado de Aguas de 1944 y cómo afecta a Tamaulipas?
El río Bravo, conocido en Estados Unidos como río Grande, es una arteria vital que abastece de agua a millones de personas, actividades agrícolas, ganaderas e industriales a lo largo de casi 2 mil kilómetros de frontera entre Texas y los estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
El río Bravo es mucho más que una frontera natural. Es el principal proveedor de agua para millones de personas, actividades agrícolas, ganaderas, pesqueras e industriales en el noreste mexicano, especialmente en Tamaulipas, estado que depende de este recurso para sostener sus zonas de riego, su industria alimentaria, el abasto urbano y una parte importante de su economía local.
Desde 1944, el uso de estas aguas está regulado por un tratado binacional que establece cuotas de entrega mutua entre México y Estados Unidos.
Sin embargo, las sequías extremas de los últimos años, la sobreexplotación de acuíferos y la falta de infraestructura adecuada han provocado que México incumpla con las entregas comprometidas, situación que pone en riesgo la continuidad de este acuerdo.
En ese contexto, Tamaulipas es el último eslabón de la cadena: recibe los remanentes del río Bravo después de pasar por Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, que a su vez enfrentan crisis hídricas severas.
Esto ha provocado reducciones drásticas en el volumen de agua disponible para el campo tamaulipeco, especialmente en los distritos de riego 025 Bajo Río Bravo y 026 Bajo Río San Juan.
¿Por qué este conflicto pone en riesgo la estabilidad de Tamaulipas?
La falta de agua en Tamaulipas ha generado protestas de agricultores, paros en distritos de riego y crecientes tensiones sociales.
Sectores como la producción de sorgo, maíz, algodón, caña de azúcar y cítricos dependen críticamente de los ciclos agrícolas sostenidos con agua del río Bravo.
Más del 70% de la producción agrícola del estado se concentra en zonas abastecidas por este cauce.
Además, ciudades como Reynosa, Río Bravo, Valle Hermoso, Matamoros y Nuevo Laredo enfrentan problemas recurrentes de abasto urbano, y los organismos operadores de agua han advertido sobre una crisis de suministro si las condiciones no mejoran antes de septiembre.
El Gobierno de Tamaulipas ha manifestado su rechazo a ceder volúmenes de agua al gobierno federal para cumplir con el tratado mientras sus distritos de riego permanecen sin recibir el volumen mínimo para garantizar sus cosechas.
Esto ha colocado a la administración estatal en una posición delicada, atrapada entre las exigencias de la federación y la presión social local.
Este tratado establece cuotas anuales y quinquenales de agua que México debe entregar a Estados Unidos desde afluentes que alimentan el Río Bravo, a cambio de recibir volúmenes del río Colorado y otros cauces.
Sin embargo, las sequías prolongadas, el aumento de la demanda agrícola y urbana, y el cambio climático han dificultado que México cumpla con sus compromisos en tiempo y forma.
Hoy, el conflicto se ha reactivado con fuerza. Donald Trump, en su segundo mandato como presidente, amenaza con imponer aranceles y sanciones a México por la supuesta falta de entrega de millones de metros cúbicos de agua a Texas, acusando además contaminación de los cauces y afectaciones directas a agricultores estadounidenses.
¿Por qué este conflicto es tan delicado para ambos países?
El problema no solo es ambiental. Controlar el flujo del río Bravo significa controlar cosechas, industrias, ciudades y empleos a ambos lados de la frontera.
Cualquier incumplimiento o desacuerdo se convierte rápidamente en una fuente de tensiones económicas, políticas y diplomáticas.
Los gobernadores de Tamaulipas, Chihuahua y Coahuila están en comunicación permanente con la presidenta Claudia Sheinbaum, pues las presas binacionales Falcón y Amistad se encuentran en niveles críticos, por lo que resulta inviable entregar agua a Estados Unidos, pues dejarían comunidades completas sin abasto seguro de agua.
Esto limita la capacidad de maniobra política del gobierno federal para ceder agua al vecino del norte sin generar protestas locales, lo que convierte al tratado en un tema de seguridad nacional.
¿Trump está usando el conflicto por agua como herramienta política?
Todo apunta a que sí. El presidente ha utilizado públicamente este tema como pretexto para endurecer su discurso contra México, acusando que "le están robando y contaminando el agua a los agricultores de Texas".
Además, lo ha vinculado con el tema de seguridad fronteriza, acusando al gobierno mexicano de ser débil frente a los cárteles y sugiriendo que su administración podría intervenir para “ayudar” a Sheinbaum.
Esta narrativa le permite a Trump ganar terreno político en estados fronterizos clave como Texas y al mismo tiempo justificar nuevas presiones comerciales y arancelarias.
Así, el asunto del agua se transforma en una herramienta electoral y diplomática de alto riesgo, capaz de tensar la relación bilateral más allá de la agenda migratoria y de seguridad.