No tengo un plan
Estoy a unos días de cumplir 48 años y en ese irrefrenable deseo de hacer recuento de los años he llegado a una muy poco popular conclusión. Nunca he tenido un plan.

Hola, ¿qué tal?, soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast / semana cumpleañera / favorito y hoy quiero contarles que estoy a unos días de cumplir 48 años y en ese irrefrenable deseo de hacer recuento de los años he llegado a una muy poco popular conclusión.
Nunca he tenido un plan.
Me encantaría poder hacer un texto maravilloso en el que escribiera, con muchas esdrújulas, como un día tuve un sueño.
Cómo me levanté temprano, le eché muchas ganas y finalmente conseguí hacer realidad mi anhelo.
No hay tal historia.
Toda mi vida he sido incapaz de formular un plan que supere las dos semanas.
Para mí pocas cosas son tan difíciles de responder que la obligada pregunta del ¿cómo te ves en 5 años?
No hay forma que mi mente procese tanto tiempo a la distancia. Y créanme lo he intentado. Poco, pero lo he intentado. Y lo he hecho, sobre todo, por contarrestar esta idea colectiva de que si no tienes planes estás viviendo sin propósito y está muy chafa vivir sin un propósito, hasta las piedras tienen un propósito (tropezar con ellas). La vida, dicen, debe ser un proyecto. Tener un objetivo y luchar por él.
(grillos)
O sea, me gusta escribir. Creo que siempre supe eso, pero luchar con garras y dientes para conseguirlo… eeeh.
Menos.
La verdad he caído en cuenta que eso de plantearme la vida como una “empresa” en la que todo tiene que ser productivo nunca ha sido lo mío.
Estoy bien lejos de ser una hojita de ese Excel que tanto amo (dijo nadie pinches nunca).
La sociedad nos ha convertido en personas explotadas por nosotras mismas, exigiéndonos siempre más, sí se puede, vamos… todo en un intento insuficiente por conseguir un logro inalcanzable.
Todo socialmente nos obliga siempre a “ser más” o “ser mejores”, a tener objetivos, planes, metas.
La existencia se nos llena de un vocabulario de empresa.
Hay que crecer, evaluar riesgos, capitalizar.
Y ahí se va la vida, obedeciendo, esforzándose, pero sin entender por qué ni cómo, ni para qué.
En Los hermanos Karamazov, Dostoyevski, escribe que “vivir es más importante que buscar el sentido de la vida”.
Existir ya es sufiente reto.
La vida no tiene por qué ser un problema que debe resolverse, la vida debe vivirse, experimentar, fallar y nada, seguir.
Alan Watts era un filósofo británico medio jipi que decía que el significado de la vida es únicamente estar vivo. Y yo he estado viva casi 48 años, sin más objetivos que seguir estándolo. Y no me parece poca cosa.