No todo es una lección
Hola, qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast / breviario cultural / información irrelevante / favorito

Hola, qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast / breviario cultural / información irrelevante / favorito… y hoy, como el primero del año quiero hablar de las cosas que nos pasaron en el 2022 de las cuales no aprendimos nada.
De esa sensación de vacío que da pasar por la vida por cosas que, nos dijeron, deben dejarnos lecciones valiosas porque nos dolieron mucho, porque nos sacudieron, porque para eso nos pasaron.
Y de las cuales, la única certeza que tenemos es que no sacamos absolutamente ni una lección.
¿Tiene todo que ser una moraleja? ¿Tenemos de verdad que apreciar a esas personas que nos hicieron sentir miserables porque gracias a ellas somos lo que somos ahora? ¿Tenemos que agradecerle a la vida los shingazos porque esos nos hicieron más fuertes? ¿Somos de verdad los mejores guerreros de Dios?
Y no estoy hablando de no ser agradecidos y agradecidas por lo que la vida nos brinda, no digo que no demos gracias cuando recibimos un regalo…
De hecho, hay estudios que comprueban que igual que perdonar,agradecer es bueno para la salud… ¿pero agradecer por un golpe o por una traición por un mal momento?
No lo sé, Rick.
No me hace sentido que tengamos que ir por la vida engrandeciendo los malos momentos, dándoles una categoría de importancia similar a los buenos.
Yo creo que los malos momentos pueden o no dejarnos lecciones, aprendizajes y experiencias… pero también creo que hay algunos que solo pasaron porque sí.
Porque confiamos de más, porque hicimos malos cálculos, porque no vimos las señales o porque no quisimos verlas.
Y darle a las personas que fueron parte de esa mala experiencia la cualidad de maestros que nos enseñaron algo me parece de exquisito mal gusto.
Creo que algunas personas están ahí solo estorbando, no dándonos lecciones. Y ya, hay que dejarlas atrás, pero me resisto a otorgarles una utilidad y menos a hacerlas copartícipes de mis enseñanzas.
Agradecer todo hace que no agradezcamos nada.
De hecho, eso del culto a la gratitud por todo, es algo relativamente nuevo.
En 1929 el psicólogo de Harvard William McDougall dijo sin miedo alguno que la gratitud podía provocar sentimientos complejos y contradictorios, no solo asombro y admiración, sino también envidia y resentimiento.
McDougall creía que la gratitud establece jerarquías de poder, donde los benefactores otorgan riquezas a destinatarios necesitados y dichos destinatarios comprueban, de manera dolorosa, que son incapaces de mantenerse a sí mismos.
Por eso el psicólogo pensaba que la gratitud producía un sentimiento negativo sobre uno mismo. Y aplica con lo emocional también, cuando una persona te dice que agradece por todo, por lo malo también y que a la gente que le hizo daño le desea bien porque le agradece que le haya enseñado a ser mejor… uno piensa, seguro yo soy un miserable ser de oscuridad que no puede albergar esa bondad.
Y la neta, es que yo este año no estoy dispuesta a agradecerle a la gente horrible ser así de horrible porque con su horribilidad me da lecciones. No, a mí enséñame con amor, que se sabe que no soy de los guerreros más fuertes de Dios.