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La productividad la gran trampa

Hola qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas tu micro mini podcast / manifiesto socialista / arca de la alianza / favorito y primero que todo quiero decirles que finalmente regresé a mi casa.

La productividad la gran trampa

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Por: Carolina Hernández

Hola qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas tu micro mini podcast / manifiesto socialista / arca de la alianza / favorito y primero que todo quiero decirles que finalmente regresé a mi casa y no podía estar más contenta, porque sí, muy bonita la gran capital, pero de 20 días que estuve allá 10 me la pasé enferma. Gracias gran Tenochtitlán. 

Y entonces ahora que finalmente estoy en mi hogar dulce hogar decidí tomarme dos días para el ocio. Dos días enteros para esa vapuleada y menospreciada acción de no hacer nada. 

Esa que nos llena de culpa (hola culpa católica de nuevo) por “no hacer nada”. Esa que nos dijeron que hay que evitar a toda costa. Esa que nos hace improductivos. 

Dios no lo permita. 

Y todos, todas, todes hemos caído en esa trampa. En la trampa de la productividad. En que todo tiene que ser rentable, eficaz, productivo, útil.

Y es que el concepto de productividad nos hace creer que nuestro valor está determinado por todas las obligaciones que tenemos y los plazos en los que las cumplimos. 

Nos han hecho creer que lo que somos depende de lo que conseguimos hacer y si un día decidimos ver el techo, hemos desperdiciado un valioso tiempo que nunca más volverá porque el agua de un río nunca pasa dos veces por el mismo sitio… ay por favor.     

Nos han vendido la creencia de que si no estamos ocupados las 24 horas del día no valemos riel y, más aún, si no trabajamos desde que dios amanece, nunca seremos ricos y exitosos porque obviamente la riqueza y el éxito dependen de echarle ganas. Así que si decidimos, como he decidido con certeza ahora mismo, estar dos días mirando el techo o viendo una serie sin mensaje alguno, o simplemente callados pensando en tonterías, estamos perdiendo el tiempo. Porque la ociosidad es la madre de todos los vicios… spoiler: no lo es. 

De acuerdo con el filósofo Joseph Pieper el ocio tal como fue concebido en la antigüedad, es el espacio en el que el hombre -y la mujer- nos encontramos co nosotros mismos. 

El ocio es una forma de silencio y sólo quien permanece callado puede escuchar. 

Para Pieper -y para mi- el ocio es una manera de tener el alma abierta, una actividad de la que pueden surgir grandes y felices ideas, que pueden o no ser útiles. Pero hemos caído en esa trampa de que las personas debemos ser un elemento absolutamente funcional y que una actividad libre (como el ocio) que no sea de utilidad social es indeseable y, por lo tanto, debe liquidarse. 

Cosas como "quien no vive para servir no sirve para vivir”. La romantización del sufrimiento es de mamadores, Xiu dixit. 

La supervaloración de la dificultad cansa. La idea de que todo lo bueno, por su misma naturaleza, debe ser difícil, es agotadora. 

Los antiguos filósofos no consideraban que lo bueno, a pesar de su naturaleza, fuese siempre difícil.  

Eso lo fuimos aprendiendo después, con la “modernización”. Así que, estaría padre dejar de sentir culpa por tener momentos de ocio, empezar a abrazar el ocio como algo poderoso, como esa contemplación que nos regala paz y calma.

Porque incluso Aristóteles lo dijo: Trabajamos para tener ocio. Disputémoslo sin culpa. Incluso anotemos en nuestra agenda un rato para dedicarlo al bonito arte de no hacer nada, porque tener esa opción también es un privilegio, y no usarla sí sería un desperdicio.

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